Villa del Rosario era una población histórica y tranquila. En
1821 se había reunido en la sacristía de su
iglesia, a
medio construir, los miembros del Primer Congreso de la Gran
Colombia.
Tres o cuatro sacudidas precedieron al
terremoto durante los días anteriores, y tal fue la
magnitud de éstos que según los testigos de la
época las sacudidas llegaron a agrietar los muros y
arrojar al suelo objetos de
las mesas, la noche anterior al terremoto, presagio para los
pobladores de la villa que algo malo se les avecinaba,
éstas fueron suficientes alarmas para los habitantes de la
zona, que tomaron previsiones, ya que temían una gran
desgracia.
Uno de los testigos refiere así: La
primera sacudida, anotando que era domingo por la tarde, 16 de
mayo de 1875: "Caminábamos a lo largo de un amplio
corredor, cuando de repente oímos un ruido como el
de carros o de gente que corría huyendo de un toro
salvaje. Caminamos en medio de vibraciones que en vez de
inspirarnos terror nos dieron un sentimiento
agradable".
La segunda sacudida sorprendió a los
habitantes el lunes 17 de mayo, a las 5.00: pero menos intensa
que la primera, haciendo correr nuevamente a la gente a los
patios y jardines.
Hubo otra sacudida en la tarde de ese mismo
día, y quizás otras dos más la
víspera de la catástrofe. Por eso el pueblo de la
Villa de Cúcuta estaba aterrado por los
temblores.
El número de cadáveres
sacados de las ruinas, contados fueron: 253 hombres, 208 mujeres,
total: 461. Aunque no se contaron los muertos de las poblaciones
vecinas en un radio de 80 km,
que quedaron sepultados bajo los escombros de las
casas.
En Venezuela
cayeron las casas y hasta a más de 100 km de distancia
como en Chinácota y más allá de
Mérida hubo grandes daños, además fue
sentido a gran distancia como en Bogotá y Caracas, como un
sismo de mediana intensidad que alarmó a sus
pobladores.
Uno de los testigos en carne propia del
devastador terremoto, escribió las siguientes palabras en
su diario: ""A las 11 y cuarto de la mañana del día
18, a la hora en que la generalidad de los habitantes almorzaba,
sintió sé un ruido subterráneo, ronco y
prolongado, cual si proviniese del desprendimiento de grandes
moles del interior de la tierra, y a
él sucedió el primer sacudimiento de
trepidación y en seguida otro y otros más; de
trepidación unos y de oscilación otros, que
destruyeron totalmente la ciudad en cortísimos minutos.
Corrimos instintivamente hacia la calle y nos situamos en el
centro de las cuatro esquinas cercanas a nuestra casa, y desde
ese punto vimos caer los edificios de una calle, en la que
quedaba en pie la botica Alemana, tal como caen las cartas de naipe
superpuestas y en sucesión continua, espantosa, pues unos
edificios caían hacia fuera cubriendo las calles, y otros
hacia el interior, formando montones enormes de escombros;
produciéndose ruido horrible con el derrumbe de las
paredes junto con el crujir de las maderas y los gritos de clamor
y de espanto de millares de víctimas. Una nube
espesísima de polvo envolvió a los sobrevivientes,
entrándosenos por la boca y narices hasta dificultar la
respiración; y habríamos perecido
indefectiblemente por asfixia cuantos sobrevivíamos, si un
viento impetuoso no hubiera arrastrado aquella nube que
pasó por sobre los caseríos que quedaban al
occidente de Cúcuta y que por el volumen pregonaba
porvenir de un suceso desconocido. Despejado el horizonte,
pudimos darnos cuenta de la magnitud del acontecimiento:
¡qué horror! Ni un solo edificio, ni siquiera una
pared en pie se percibía en la extensión abarcada
por la vista; a los oídos llegaban en confuso clamor los
gritos de los heridos, y los de cuantos sobrevivían. Un
momento después, perdidas las nociones de distancia y
tiempo, vimos
salir de entre ruinas a algunos de los que eran nuestros vecinos,
sin poder
reconocernos recíprocamente, pues el polvo que nos
cubría y la expresión de terror nos desfiguraban
¡nos creíamos mutuamente muertos que surgían
de sus tumbas! La idea de ver llegado al fin del mundo
dominaba los espíritus, y a tal idea contribuían el
terrible cuadro que ofrecía la perspectiva y la
manifestación de la aterradora fuerza de la
omnipotencia divina. Y para aumentar lo sombrío de
aquel espectáculo pavoroso, apenas destruida la ciudad,
algunos seres desalmados se entregaron al pillaje y descerrajando
las cajas de hierro en que
guardaban el dinero sus
poseedores, producían un ruido infernal e incitaban al
robo a cuanto veían los caudales de que se
adueñaban. Aquel bochornoso pillaje duró por
algunos días, hasta que una nueva fuerza, comandada por
los generales Fortunato Bernal y Leonardo Canal, se
presentó en el puente San Rafael, donde acampó,
después de convencidos aquellos jefes de la necesidad
suprema de acabar con el bandidaje para poder restablecer la
normalidad y asegurar con ésta la existencia de millares
de personas, aprehendieron a siete ladrones, y sometido el
más responsable de los presos, bien conocido en la
localidad y llamado Piringo, a consejo de guerra verbal,
fue condenado a muerte y
pasado por las armas en el mismo
día, a las cuatro y media de la tarde. Con esa dolorosa
medida cesó el bandidaje y se aumentó en una
más la cifra aterradora de las víctimas del
terremoto…""
•Siguiendo con el desarrollo de
este trabajo,
incluiremos en el mismo, ejemplos de desastres
tecnológicos, o de naturaleza
antropica.
MEXICO, D.F., 27
DE DICIEMBRE
La plataforma Usumacinta de
Petróleos Mexicanos (Pemex), chocó contra el pozo
Kab 101 en octubre de 2007 durante una tormenta mar adentro en la
Sonda de Campeche
El 23 de octubre de 2007, las condiciones
climáticas ocasionaron el choque de la plataforma
Usumacinta, ubicada a 75 kilómetros de Ciudad del Carmen,
contra el pozo Kab 101, lo que generó una fuga de aceite y
gas que
obligó a evacuar a las 81 personas que trabajaban en esas
instalaciones. El pozo estalló y la plataforma se
incendió. Luego, 21 empleados murieron cuando los botes
salvavidas se inundaron, en tanto que una persona permanece
desaparecida. Los heridos fueron abandonados en la Bahía
de Campeche durante un huracán y en insoportables aguas
saladas durante unas 20 horas.
Autor:
Victoria Arrieguez
Elena Asero
Agustina Bustingorry
Carola Hatrick
Profesora: Natalia
Fontán.
Materia: Geografía
I.
2 de Septiembre de 2009
Colegio Inmaculada
Concepción
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